Al hilo de la polémica entre keynesianos y “neocon” sobre cuál es el mejor modo de salir de esta crisis, he de confesarles que, en ocasiones, me asalta cierta vergüenza corporativa al ver cómo la mayor parte de los economistas influyentes no tiene rebozo alguno en servir los intereses de los poderosos, ajenos a cualquier atisbo de humanidad o tan siquiera de rigor científico.
En efecto, la práctica totalidad de los economistas “neocon”, que a su vez son una amplia mayoría, no permiten que su fe ilimitada en el mercado (tal y como sólo ellos lo conciben) se vea perturbada por sutilezas como, por ejemplo, las condiciones que requiere para funcionar de forma eficaz. Y es que, cuando se cuenta con una doctrina universal que no necesita demostración, ¿quién necesita ocuparse de menudencias como la historia, las instituciones, la desigual distribución de la renta o los datos objetivos? Afortunadamente, hay excepciones que resisten a esta marea creciente de corrupción, autocomplacencia y mediocridad. A algunas de ellas se consagra esta entrada.
1. La evidencia de los datos es abrumadora: esta crisis se parece lo suficiente a la Gran Depresión como para que las medidas keynesianas que se adoptaron entonces de incremento de gasto público sean las más adecuadas para salir de la misma. Y para muestra, un botón (por no abrumarles); el 29 de junio, David Leonhardt publicaba un clarificador artículo en The New York Times donde explica que los errores que están cometiendo los políticos actuales (recortar los gastos y aumentar los impuestos antes de que la recuperación se consolide) se parecen muchísimo a los que se cometieron en 1937. Les recomiendo que lean el artículo (está en un inglés muy asequible, no sean perezosos):
http://www.nytimes.com/2010/06/30/business/economy/30leonhardt.html
2. Y sin embargo, hay toda una pléyade de instituciones internacionales (de hecho, casi hay unanimidad entre las mismas) que hace suyas las recetas “neocon” de austeridad a ultranza (entiéndase que siempre en las personas de funcionarios de bajo nivel, trabajadores de nivel medio-bajo, pensionistas, desempleados y demás. Medidas de ese tenor siempre se desestiman para altos ejecutivos y grandes fortunas, aduciendo argumentos de la más variada especie). ¿Cómo es ello posible? Dean Baker en un artículo publicado el 28 de junio en The Guardian, nos da la clave haciéndose la siguiente pregunta: “¿Es el asesoramiento del FMI mejor que el consejo del primer borracho que te encuentras por la calle?”. Tienen una traducción en el enlace:
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3459
Como aperitivo, les anexo el párrafo final:
“Resulta especialmente doloroso que estas llamadas a la austeridad vengan precisamente del FMI, una organización que no sólo brilla por su escasamente glorioso historial en punto a imponer políticas económicas que no funcionan, sino harto conocida también por los exorbitantes beneficios con que premia a sus economistas. Al amparo del programa de pensiones del FMI, muchos de sus altos cargos podrán retirarse al cumplir los 50 con pensiones de 6 dígitos. Imagínense a la gente que vio pasar sin enterarse la burbuja inmobiliaria o que se equivocó totalmente en Argentina holgazaneando en los trópicos a la edad de 51 años con una pensión del FMI superior a los 100.000 dólares anuales. Una cosa es segura: el primer borracho que se encuentren por la calle repartiendo consejos económicos podría ser más honrado.“
3. Y lo peor de todo, es que este debate ya se había producido antes. Por gentileza de Krugman, podemos leer los artículos de la polémica entre Keynes y Hayek en The Times en ¡¡1932!!:
http://thinkmarkets.files.wordpress.com/2010/06/keynes-hayek-1932-cambridgelse.pdf
Nota.- Si le ha gustado, le agradecería que hiciera un donativo a los que más lo necesitan, que no son los bancos:
https://secure.eacnur.org/06_02.cfm?modo=3